Entre las consecuencias negativas de perder un diente, de las que ya hemos hablado en muchos artículos como este, se encuentra la pérdida de hueso, lo cual afecta -además de al perfil de la cara y a los dientes adyacentes- directamente a la futura colocación de un implante, ya que uno de los factores más importantes para garantizar su éxito es la cantidad y calidad de hueso disponible en la zona.
A veces esta pérdida puede hacer directamente imposible la colocación, pero gracias a los avances de la ciencia en materia de implantología dental, tenemos opciones, y estas pasan por regenerar el hueso perdido, un procedimiento quirúrigico consolidado y respaldado desde hace décadas por la evidencia científica y el éxito clínico. De hecho en clínicas dentales como la nuestra ubicada en Murcia se realiza de forma bastante habitual y nos permite recuperar el volumen necesario para poder colocar posteriormente un implante.
¿Cuándo es necesaria la regeneración ósea?
Puede ser que estés pensando: «vale, ¿y cómo sabemos si es necesaria una regeneración ósea?». Si te lo planteas para saber con antelación si es o no tu caso, no podemos ofrecerte una horquilla de meses desde la pérdida dental, porque es algo que se decide tras una valoración clínica y radiológica minuciosa, que es lo único que nos permite analizar la cantidad y la calidad del hueso remanente en la zona. En términos generales, se considera que es preciso disponer de al menos 1,5 – 2 mm de hueso alrededor de todo el implante y una altura mínima de entre 8 y 10, aunque cada caso se valora de forma individual.
Esto se hace gracias a una tomografía computerizada (CBCT), que ofrece una imagen tridimensional del maxilar y mandíbula y nos permite medir todo esto con precisión.
¿Y cómo se realiza?
Una vez estipulado que es necesaria, la regeneración ósea se hace mediante injertos, que pueden proceder del propio paciente, de materiales de origen animal o sintético, o de combinaciones de ellos. El objetivo no es solamente suplir esa falta de hueso, si no que estos injertos actúen como matriz o ‘andamio’ que facilite la formación de nuevo hueso natural con el paso del tiempo.
La intervención en sí es más sencilla de lo que pueda parecer desde fuera para manos expertas como la de nuestro cirujano, el dr. García Vélez, y en ella se realiza una pequeña incisión para acceder al hueso y colocar cuidadosamente el material regenerador en la zona deseada. Posteriormente puede cubrirse con una membrana de colágeno que protege el injerto y evita que el tejido blando invada el espacio de regeneración, favoreciendo así que el proceso se complete correctamente.
Este proceso puede durar entre 4 y 9 meses, dependiendo del caso.
Una vez que el implantólogo decida que la zona es lo suficientemente estable, se procederá a la colocación del implante.