Salud oral y salud mental: una relación bidireccional

Como no nos cansamos de repetir, nuestro organismo es un todo. Por ello, la salud mental y la de nuestro cuerpo no prosiguen caminos paralelos y separados, si no que se influyen mutuamente de forma compleja y comprobable. Trastornos como la depresión, el estrés crónico o la ansiedad aumentan el riesgo de problemas bucales según concluye la literatura científica de forma consistente, a la vez que el dolor oral, la pérdida dentaria y la disfunción masticatoria empeoran nuestro estado anímico y nuestra autoestima, lo cual influye en nuestra calidad de vida.

Veámoslo con algo más de detalle desglosándolo en estos dos tipos de relación:

La salud mental afecta a la bucodental

Estudios neurobiológicos recientes han vinculado el estrés crónico como un potenciador para los pacientes bruxistas, que en épocas de mayor carga emocional refieren mayor dolor facial, cansancio muscular o incluso llegan a fracturar sus restauraciones.

Por otro lado, la depression causa apatía y suele traducirse en un descuido de la higiene bucodental (o en general) y en una mayor dificultad para generar adherencia a los tratamientos, lo que incrementa el riesgo de caries y enfermedad periodontal.

Además, los fármacos usados para tratar esta o la ansiedad -como los ISRS y algunos psicotropos- pueden causar xerostomía, lo cual se traduce en mayor riesgo de caries o candidiasis y dificultad para regenerar la microbiota oral. Las últimas revisiones y meta-análisis al respecto respaldan esta relación y recomiendan vigilancia específica en pacientes con esta medicación.

La salud bucodental afecta a la mental

Otros estudios señalan también que la relación entre ambas se produce también en el otro sentido y que hay asociación entre una pobre salud oral y mayor tasa de depresión y ansiedad, lo cual podría explicarse debido a que sintomatología como el dolor crónico, la dificultad para comer y unas peores digestiones tienen un impacto significativo sobre nuestra calidad de vida, al igual que la pérdida de piezas dentarias o una sonrisa que consideremos deficiente (sea por alineación, color…), nos generan complejos e impactan en nuestra autoestima e interacción social.

A nivel biológico, la inflamación crónica -tan presente en la enfermedad periodontal- libera citoquinas proinflamatorias que podrían influir directamente en la neuroquímica cerebral, puesto que según los últimos estudios longitudinales al respecto, los pacientes con periodontitis avanzada tienen mayor prevalencia de síntomas depresivos.

Otros estudios muy recientes -de hace apenas un par de años- han establecido cierta interacción entre el desequilibrio bacteriano que producen la enfermedad periodontal o la falta de higiene bucodental en la producción de ciertos neurotransmisores como la serotonina (tan relacionada con el bienestar), desestabilizando el eje microbiota-intestino-cerebro.

Aunque este campo aún está en pleno desarrollo, refuerza a la idea que predomina en la ciencia médica del siglo XXI: la del organismo como un todo interconectado.