En muchas ocasiones recibimos pacientes que solicitan ortodoncia porque sus dientes se han “amontonado”, sin saber qué implica eso exactamente. La preocupación de estos pacientes es en su mayoría estética, pero la realidad es que el apiñamiento tiene consecuencias más allá de no tener una sonrisa bonita.
- Riesgo de caries: en las zonas de apiñamiento la higiene es deficiente. Y es que, por mucho que lo intentemos, entre estas piezas dentales existen “recovecos” donde pueden quedar restos de placa con facilidad, creando acúmulos de pueden ocasionar la aparición de caries.
- Riesgo de gingivitis: debido a la dificultad de acceso para la higiene, el exceso de placa puede inflamar ligeramente la encía. Si esta inflamación persiste en el tiempo, puede acarrearnos problemas más graves, como la gingivitis severa o la periodontitis, entre otros. Aunque esta patología se puede tratar con higiene, los síntomas reaparecerán antes de la cuenta debido a la mala posición de los dientes.
- Desgastes: los dientes apiñados no generan una mordida correcta. Es por eso que, al masticar, desgastamos irregularmente estas piezas, creando microfracturas y abrasiones que pueden dar lugar a problemas de sensibilidad.
- Recesiones gingivales: en algunos casos de apiñamiento, existen piezas dentarias que, al tener poco espacio, se encuentran prácticamente en el límite de nuestros maxilares, los huesos en que se ubican los dientes. Esto puede provocar que “perdamos encía”, lo que ocasiona sensibilidad por la exposición de la raíz del diente, y a la larga se puede debilitar.
Ahora ya sabéis que el apiñamiento no sólo nos debe preocupar estéticamente, sino que también podría acarrear circunstancias desfavorables para nuestra salud oral. Gracias a un tratamiento de ortodoncia, podemos alinear y recolocar estos dientes en una posición más favorable, mejorando su estabilidad en la arcada, y previniendo problemas de caries y encías.