Reconstrucción, incrustación o corona, ¿qué tratamiento me conviene?

Cuando hay un diente roto o con caries existen varias opciones de restauración pero…¿Sabes cuándo está indicado cada tipo y en qué se diferencian?

La reconstrucción, la incrustación y la corona o funda son las opciones de tratamiento que tenemos para restaurar una pieza dañada o debilitada. Cada una está indicada en un tipo de caso y todas ellas presentan una serie de ventajas y desventajas, en este post te explicamos cuáles son.

Reconstrucción

La reconstrucción, también llamada  obturación o empaste, consiste en reconstruir la parte que falta de diente (por rotura o tras limpiar una caries) con una resina compuesta, también conocida como composite. 

Imagen superior: caries en 4 dientes seguidos
Imagen inferior: reconstrucciones ya terminadas

Se utiliza en casos de roturas mínimas o caries pequeñas y superficiales. Es la opción menos resistente y menos estética de las tres. Como ventaja destacamos su precio más económico y, además, es la opción que menos preparación dentaria requiere, es decir, la más conservadora.

Incrustación

Cuando una reconstrucción va a ser demasiado grande, porque afecta a varias superficies, o si tenemos que desvitalizar el diente (matar el nervio o endodonciar) la incrustación es la opción más adecuada. Se trata de una especie de ‘’sombrerito’’ o ‘’capuchón’’ que se adhiere al diente y suele contener en su composición un material más resistente que el composite como el disilicato de litio o el óxido de zirconio. 

A diferencia de la funda/corona, la incrustación no requiere una preparación en 360º, es decir, no se deja el diente como un ‘’muñón’’. Por tanto es una opción que protege más que la reconstrucción, es más estética y no es tan invasiva como la corona. Además, existen sistemas modernos de escaneado digital que permiten terminar todo el tratamiento en una sola cita.


Detalle de tres incrustraciones en un modelo de escayola blanca.

Corona

Es la opción más recomendable en piezas muy destruidas en las que las otras opciones no nos aseguren un buen pronóstico. Se trata de una ‘’funda’’ que recubre todo el diente.

 Hace unos años se tomaban medidas convencionales y se hacían en metal recubierto de cerámica. La estética y el ajuste no eran demasiado buenos debido a que era un proceso artesanal. Además se requería un tallado bastante agresivo.

Actualmente y con el avance de la odontología la cosa ha cambiado. Se suelen hacer en zirconio, material mucho más estético, y se requiere mucho menos tallado por lo que, aunque tallemos en 360º, conservamos mucha más cantidad de diente.

Por tanto, como inconveniente tendríamos que es la opción más invasiva (menos conservadora) y la menos económica. Por otro lado, es la opción más resistente por el material en que se diseñan.

Tras esto, podemos concluir que:

Las tres opciones son más que viables siempre y cuando se elijan bajo un criterio de selección. Su odontólogo estudiará minuciosamente su caso para decidir cuál de ellas es la más favorable, teniendo en cuenta siempre que la prioridad es mantener la mayor cantidad de tejido dentario sano posible.