Por fin ha llegado el verano: la estación favorita de nuestro amigo Flúor. Cuando acaba el colegio de dinosaurios, él se va a la playa, preparado con su cubo y con su pala.
Juega y se baña con las olas en la playa.
Flúor tiene un amigo con el que veranea también en su playa. Su nombre es Dientecitos, un dinosaurio braquiosaurio y que tiene el cuello muy largo como una jirafa. Aunque no va a su cole, todos los veranos juegan juntos en la playa.
Un día, mientras jugaban a hacer castillos de arena, Flúor sintió mucha sed, así que le pidió a Dientecitos que le acompañara a beber agua.
Cuando nuestro amigo dinosaurio sacó la lengua, ¡se dio cuenta de que estaba de color blanco!
– Pero, si no he comido nata ¿por qué está tan blanca? – se pregunta con extrañeza.
Y entonces recuerda que un día Jacobo y Vanesa le dijeron que también hay que cepillarse la lengua. ¡A él se le había olvidado por completo! Pensó en avisar a su amigo y darle así el mismo consejo.
– Dientecitos, ¿tú sabías que hay que cepillar la lengua porque si no se queda blanca? ¡Mira como llevo la mía! -dijo mientras la señalaba- Todo eso son bacterias que hacen que el aliento huela mal.
– ¡No lo sabía! -dijo Dientecitos- Pero después de comer, cuando nos cepillemos los dientes, me cepillaré también la lengua.
Más tarde, por la tarde, hace mucho calor y la mamá de Flúor les ofrece un trozo de sandía a cada uno, pero Dientecitos no puede comérsela.
– ¡Ah, está muy fría, hace que me duela un diente!
Flúor, que es muy observador y ve trabajar de cerca a Vanesa y Jacobo, sospecha qué puede estar ocurriendo.
– Dientecitos, abre la boca un momento, por favor.
Tras echarle un vistazo, dice:
– ¡Ajá, lo que sospechaba! ¡Tienes una caries! ¿No notas un agujero con la lengua?
– ¡Sí!, ¿pero por qué se ha roto mi diente? ¿Por qué me ha salido una caries?
– Es que Vanesa siempre dice que no hay que comer muchas galletas ni zumos ni chocolate porque pueden provocar caries.
– ¡Anda! ¡Pues yo como todos los días!
– Ay, Flúor, noto algo dentro del agujero, ¿qué será?
Flúor se acerca e inspecciona su boca.
– ¡Vaya, pues parecen restos de comida!
– ¡Pero si me he lavado los dientes después de comer! ¿Cómo puede ser?
Entonces Flúor recuerda que Jacobo siempre le dice que el cepillado no está completo hasta que no se pasa los arcos. Porque el cepillo no puede eliminar la comida que se queda entre los dientes y la única forma correcta es pasar los arcos interdentales antes del cepillado. Así que a Flúor se le ocurre una idea:
– Dientecitos, ¡avisa a tu papá que mañana nos vamos de aventura a conocer a unos amigos!
Al día siguiente, dejan la playa y se dirigen a la clínica dental Vélez y Lozano, que no cierra en verano. Van a conocer a Vanesa y Jacobo, que los reciben con una gran sonrisa.
– Flúor, te echábamos de menos, ¿pero no deberías estar en la playa? ¡Estás de vacaciones!
Flúor responde que sí, pero les cuenta el problema que tiene su amigo Dientecitos y que cree que es posible que tenga caries.
Así que le sentaron en el sillón para echarle un vistazo y, ¡efectivamente, tenía una caries! Pero Vanesa y Jacobo se la arreglaron en un periquete mientras que él veía los dibujos por la tele, ¡y encima le dieron un premio! Una pelota saltarina súper chula.
– ¡Ya no quiero más dientes rotos! ¿Me puede volver a pasar?- pregunta Dientecitos
– Sí, si continúas haciendo lo mismo – responden Vanesa y Jacobo,-pero si te cepillas 3 veces al día, comes pocos dulces y te pasas el arco dental, tus dientes estarán sanos y fuertes y no se volverán a romper.
A partir de ese momento, el dinosaurio Dientecitos vaya donde vaya lleva su neceser con su cepillo y sus arcos y tiene mucho cuidado con su alimentación, así que no le ha vuelto a doler ningún diente nunca más.
¡Ni tan siquiera al comer sandía!