En tiempos de exposición pública a niveles que nunca hubiésemos imaginado, You Tube, Facebook, Instagram, Snapchat …. la manida frase de que una imagen vale más que mil palabras se ha hecho patente y evidente.
Vivimos en el mundo del aquí y ahora donde el aspecto y lo visual son lo que manda, demostrándonos que estamos inmersos en la era de la imagen. La generación Millennial dicta las reglas, y cada vez nos mimamos más, cuidamos nuestra apariencia física y somos más conscientes de la imagen que proyectamos hacia el exterior. En esta imagen proyectada, desde Vélez y Lozano tenemos claro que, uno de los elementos fundamentales y más atractivos es la sonrisa.
La mayoría de casos en los que modelos, bloggers, influencers, artistas y gente de a pie lucen una boca perfecta, son el resultado de un minucioso trabajo de terapia dental, pero otros, simplemente son el resultado de una genética afortunada. Estamos acostumbrados a ver sonrisas perfectas, pero, tener una sonrisa bonita, no siempre es sinónimo de tener una boca sana.
Por regla general, sólo acudimos al dentista cuando sufrimos algún tipo de molestia, dolor o cuando queremos cambiar el aspecto físico de nuestros dientes mediante tratamientos como ortodoncia, alineadores y blanqueamiento, pero nuestros dientes necesitan más.
El pensamiento de que tener una sonrisa bonita, y que por ello no necesitamos acudir al dentista es absolutamente erróneo.
Una boca bonita, pero también sana, exige cuidado y atención y debemos ser conscientes de que la prevención es la mejor aliada para evitar que pasados unos años, nuestros dientes se resientan y deterioren de manera irreversible. Y esa bonita sonrisa inicial se convierta, sin haber sido controlada, en una fuente de problemas para su dueño.
Ir al dentista no es sólo cosa de niños pequeños o de personas que quieren mejorar el aspecto de su sonrisa; es algo con lo que debemos comprometernos para cuidar una parte tan importante de nuestro cuerpo como lo son la boca y los dientes.
Las revisiones periódicas y tener un dentista de cabecera que conozca nuestra boca y que esté en sintonía con nuestras necesidades, puede hacernos la vida más sencilla y también hacer que ahorremos dinero. La detección de un problema dental puede evitarnos dolor, molestias y un presupuesto elevado para arreglar lo que por descuido “se nos ha estropeado.” Una pequeña caries, tiene una solución relativamente sencilla e indolora, pero si no se trata, puede derivar en una cavidad profunda que duela, y en el peor de los casos en un tratamiento más complejo que obligue al dentista a tomar medidas más drásticas para intentar salvar esa pieza, como lo son una endodoncia o una extracción.
Evitar molestias, dolores, infecciones, complicaciones y un agujero en tu bolsillo, es tan sencillo como acudir con media frecuencia a tu dentista.