La odontología, como cualquier campo sanitario, ha avanzado conjuntamente con la tecnología a la hora de acelerar procedimientos, así como para mejorar el pronóstico, la calidad y la precisión de éstos.
Existen, generalmente, dos clases de restauraciones dentales, directas e indirectas. Las directas son aquellas que se realizan directamente en el propio diente, por ejemplo, una obturación. Las indirectas son aquellas que se realizan fuera del diente, para colocarse después sobre este, por ejemplo, carillas, coronas o incrustaciones.
Hasta hace no mucho, de estas últimas se ocupaban los laboratorios de prótesis dentales, lo que implicaba la famosa y odiada a partes iguales toma de medidas con cubetas y silicona, el ‘molde de masilla’, que básicamente consistía en aplicar un material de impresión en una cubeta, ya sea de alginato o silicona, llevarla a la boca y esperar a que se endureciera para sacarla.
Este era un procedimiento que no solo era tedioso para el paciente, si no que tenía ciertos problemas de precisión: se podía arrastrar el material al introducirlo en boca, la medida podía verse distorsionada si no se conservaba el material de forma adecuada, la manipulación podía dar algún error…y otros problemas.
El avance tecnológico suplió estas carencias con los escáneres intraorales, algo de lo que habló mi compañero Fran la semana pasada aquí en el blog. Si recordáis, estos escáneres permiten obtener un registro dental en 3D mucho más detallado y preciso además de la comodidad que suponían para el paciente, que se ‘libraba’ de la toma de medidas en boca con alginato.
Los archivos escaneados, así, se mandaban al laboratorio en formato STL y era el protésico el encargado de fabricar la restauración.
Más adelante, y siguiendo con el objetivo de disminuir tiempos de trabajo en clínica y ahorrar tiempo al paciente, en algunas clínicas como la nuestra se optó por adquirir lo que se conoce como una fresadora en clínica.
Las fresadoras como la que poseemos en Vélez y Lozano (en nuestro caso la CEREC MC XL) funcionan de forma prácticamente remota. El odontólogo puede diseñar la restauración deseada en el propio escáner intraoral, introduce el bloque deseado en la fresadora, y en el tiempo determinado ésta fresa la incrustación.
Estos bloques pueden ser de diferentes materiales: resina, feldespato, disilicato de litio, circonio, híbridos…
En función del tipo de restauración que el odontólogo determine que es la ideal para el problema del paciente, se decantará por un material u otro, siendo la cerámica el material más estético que se trabaja, entre las que destacan las restauraciones feldespáticas.
Los bloques más actuales se dividen por nivel de translucidez y pueden ir estratificados, lo que va a permitir que la futura restauración se fusione con el diente y recree las capas de éste, tanto la dentina como el esmalte.
Este avance ha supuesto un antes y un después en el mundo de la odontología indirecta, pues lo que antes suponía una media de 2-3 citas para el paciente ahora supone una única cita de 60-120 minutos.
Además de la ventaja del tiempo, podemos destacar la virtud que supone para el clínico poder diseñar la restauración a su gusto, pudiendo dar la anatomía que considere, ajustar contactos interdentales o ajustar el margen de terminación.
Con el continuo avance tecnológico, en Vélez y Lozano seguiremos actualizándonos y adquiriendo las últimas novedades en pro de seguir ofreciendo a nuestros pacientes un tratamiento de excelencia, basado en la evidencia científica y con la tecnología más actual.